Carlos de la Ossa
Hoy he recorrido las calles grises de San José.
San José es una ciudad
levemente arrepentida y sin historia
a veces es blanca neón
aquí nacieron mis hermanos
unos siempre mucho mayores que yo
y uno siempre un año menor
hasta que yo muera.
Hoy recogí una cala cerca del parque
eran como las doce de la noche
y la luna se desnudaba tras los jaúles.
San José a las once de la noche es un infierno
los demonios se esconden tras las iglesias.
Frente al Teatro Nacional
hay mocitas de quince años
que abren grandes ojos
como cavernas
y regalan poco a poco su cuerpo.
Cuerpos y miradas en San José
por ahí –cerca de las once-
grandes carros diplomáticos aparecen sin hacer ruido
grandes carros de ministros
carros pequeños de burócratas
zapatos rotos de poetas.
A las once de la noche
mi corazón está lleno de vida
y la sangre se me pone brava.
Pasadas las once de la noche –cerca ya del otro día-
quería escuchar su voz metiéndose en mi oído
su voz es la voz del viento en el desierto
amo el desierto –Sinaloa-
y el pecho de sus rocas en la noche.
San José sí tiene tiempo
y el tiempo dura años en pasar
aquí uno se amarra fuertemente a la vida
manoseamos la vida silenciosamente
como embriagados.
A las once de la noche
las muchachas esconden los olorosos panes blancos de sus pechos
uvas blancas de Santa María.
[En esta rara noche. 2009. San José: EUNED.]